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Los Veintiún Libros de los Ingenios y Máquinas de Juanelo Turriano. Autor

Juanelo Turriano es un personaje íntimamente relacionado con la ciudad de Toledo, comparable a la figura que supuso Leonardo Da Vinci para Italia en el Renacimiento y muy poco valorado por nuestra cultura.

Poca gente en España conoce que Juanelo fue uno de los pioneros en crear un complejo sistema de subida de aguas salvando una fuerte pendiente, como veremos a continuación. Juanelo, junto con “El Greco” es uno de los personajes renacentistas toledanos que destacaron y han llegado hasta nosotros. Ambos no eran toledanos, ni siquiera españoles de nacimiento, pero sus obras han perdurado hasta nosotros de forma notoria.

Turriano nació a principios del siglo XVI en la ciudad lombarda de Cremona, y su nombre auténtico era Ianellus Turrianis, o Giovanni Torriani, sin latinizar. Sus habilidades como relojero y mecánico interesaron a Carlos I, que lo trajo a España para que le pusiera en funcionamiento una gran colección de relojes astronómicos con los que distrajo sus últimos días en el monasterio de Yuste. Allí construyó el conocido “cristalino” que le hizo famoso en su época. Posteriormente, al fallecer el Emperador, pasó al servicio de Felipe II, a caballo entre Toledo y el Escorial, éste último en construcción. En algún momento incluso fue reclamado por el papa Gregorio XIII para participar en la renovación al actual calendario (Gregoriano).

Durante el tiempo que Juanelo pasó en Toledo, ideó a su manera una forma de abastecer de agua a la ciudad, especialmente a los palacios que el emperador tenía en la zona del actual Alcázar. Ciertamente que antes ya se habían ideado formas de traer esta agua, al “modo romano” con un impresionante acueducto sobre el Tajo por la zona más compleja (por desgracia ya destruido), o bien con los tradicionales “azacanes” (acarreadores de agua desde el Tajo utilizando mulas), o con pozos poco saludables y contaminados por el exceso de aguas residuales.

Previo a la construcción del famoso “artificio”, ciertos ingenieros alemanes construyen un “edificio del agua” para ascender el preciado elemento por medios mecánicos. Pero las tuberías reventaban con la presión del agua… Poco tiempo después, otros técnicos flamencos intentan de nuevo buscar una solución a la llevada del agua hasta el interior de la muralla toledana, pero fallaron tras 865 días de trabajos.

“Juanelo, tras observar estos intentos, y ya con 65 años presenta al rey y a la ciudad un ambicioso proyecto para subir esta agua hasta el alcázar. En 1565 se firma el contrato de adjudicación entre el rey, la ciudad y Juanelo, en el que se detalla que las obras correrán por cuenta de éste último, pero que si funciona de acuerdo con lo proyectado, se le pagarán 8000 ducados, tras 15 días de la llegada del agua al Alcázar y otros 1900 ducados de renta perpetua cada año, corriendo a sus costas el mantenimiento del artilugio”.

El 23 de febrero de 1569 Juanelo entrega su “artificio” en pleno rendimiento incluso superando en un 50% lo proyectado. Pero tras la finalización de la obra y la llegada de agua al Alcázar, la ciudad decidió no pagar un solo ducado alegando que a ellos no les llegaba ni gota de agua, ya que toda quedaba en el Alcázar. La solución al conflicto consistió en la construcción de un segundo artificio, para abastecer a toda la ciudad, tras seis años de pleitos. En 1581 este segundo artificio, adosado al segundo estaba funcionado, y los costes de edificación corrieron al cargo del Rey.

El “artificio” de Juanelo era una de las mayores atracciones de la época en Toledo, conocido y admirado en toda Europa. Ambrosio de Morales dejó una descripción bastante aproximada de lo que era el artificio, que ha permitido cierto nivel de reconstrucción del aparto a escala. Lamentablemente, y como sucede de forma frecuente en Toledo, a partir de 1617 y cuando los descendientes de Juanelo abandonan el cuidado de la edificación y ésta se detiene, sufre una serie de pillajes en sus materiales que dejaron irreconocible la fábrica del mismo. Los últimos restos se llevaron en el siglo XVIII al Real Sitio de Aranjuez, donde necesitaban tuberías para el abastecimiento de agua. En la actualidad a duras penas se puede intuir el lugar que ocupó en el cauce del Tajo el primer nivel del "artificio". Tan sólo quedan los machones de lo que pudo suponer una de las mayores obras de ingeniería de todos los tiempos.

 

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